El cerebro humano está programado para 2 cosas relacionadas al optimismo: primero, hacer el mínimo esfuerzo; segundo, buscar hacernos felices, sea como sea. Esto es un gran problema cuando se trata de querer salir de nuestra zona de confort y de ponernos objetivos para transformar nuestra realidad.
Muchas personas creen que tener una visión “positiva” de todo es lo que los hará más felices, siempre buscan la parte buena en todo, y hasta cierto punto, puede ser muy acertada una actitud como ésta; donde se empieza a torcer esto es cuando nuestro cerebro y nuestra mente creen que todo lo que tenemos es “lo mejor que podemos obtener” y que “es suficiente para ser felices”.
Nuestro cerebro genera pensamientos como “tengo casa, comida y sustento” y entonces decide entrar a la zona de confort porque nuestras necesidades básicas están cubiertas; otro ejemplo es cuando nos decimos que “todo lo demás es vanidad” o ideas como “el dinero no es la felicidad”.
Empieza el juego a volverse en nuestra contra, ser tan positivos en la adversidad nos impide generar objetivos y, por consecuencia, planes que nos permitan salir de una situación en específico.
Dirán, “¿y qué tiene si así soy feliz?” El problema con eso es que, en efecto, “somos felices” porque nuestro cerebro eso nos hace creer, hasta que nos topamos con nuestras necesidades no cubiertas, por ejemplo, cuando un familiar se enferma y no tenemos suficiente dinero para atenderlo, cuando nuestra felicidad nos hace no pensar en el futuro y no podemos pagar la educación de nuestros hijos.
No tiene nada de malo poner la mejor cara a la vida, sin embargo, si queremos vivir mejor, y digo mejor de acuerdo con los índices de bienestar de la OCDE, debemos de reconocer las áreas en las que podemos mejorar. Es curioso como en México cuando nos hacen la encuesta de felicidad salimos como uno de los países más felices del mundo, mientras que en los índices de bienestar calificamos ( nosotros mismos ) a nuestro país prácticamente como reprobado.
Entonces, esto quiere decir que probablemente el optimismo y el pensamiento positivo nos sirve al momento de juzgar nuestra vida, pero cuando analizamos nuestro entorno nos enfrentamos a una realidad adversa y seguimos atrapados en un círculo no tan virtuoso, “soy feliz pero vivo en un país jodido” y lo peor es que no hacemos nada para cambiarlo, ¿cómo es posible?
Un ejercicio que hago con mis coachees es un autodiagnóstico de las 7 áreas de su vida, casi todos llegan con una calificación de 10 en todo, pero cuando empiezan a platicar de sus objetivos, confrontamos la autoevaluación y nos damos cuenta de que a pesar de ser conscientes de nuestros problemas, tendemos a evaluar nuestra vida de forma muy positiva. ¡Claro!… nuestro cerebro estuvo al mando en esas respuestas.
Entonces, el primer paso para mejorar es reconocer que carecemos de algo, poder medir nuestra situación actual de una manera más objetiva y establecer planes para mejorarla; lo que no se puede medir, no se puede mejorar, incluso en nuestra propia vida.
No quiere decir que tengamos que ser pesimistas o que el ser positivo sea malo, la idea de esta entrada es que seamos conscientes de este sesgo positivo en nuestra forma de evaluar nuestras vidas, que nos demos cuenta cuando nuestro cerebro simplemente quiere “ahorrarnos energía”. No nos servirá de nada poner objetivos inalcanzables, lo que sí funciona es establecer pequeñas metas que al irlas cumpliendo nos acerquen más a nuestros objetivos.
El enemigo de uno mismo está dentro de su cráneo, ¿te atreves a desafiarlo?
Libros recomendado
En esta ocasión les recomendaré 2 libros que hablan de estos temas y espero que les sirvan para crear su propio criterio.
Índice de felicidad
https://datosmacro.expansion.com/demografia/indice-felicidad/mexico
Índice de bienestar OCDE
http://www.oecdbetterlifeindex.org/es
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