Vámonos entendiéndonos de una vez: nos encanta subirnos al tren del mame cuando alguien la riega, ¿verdad? “Ay, es que fulanito se la pasa en pura fiesta, por eso anda de la greña”. Pero cuando a fulanito le cae el billete gordo, ahí vamos, “No, es que qué suertudo es”. Esa doble moral está más vista que los memes del niño llorón en las redes.
Y es que parece que la vida es un volado donde la moneda siempre cae del lado que nos conviene, según nosotros. Si nos va bien en el amor, el trabajo o la salud, es porque nos partimos la madre trabajando y porque somos unos chingones. Pero si la cosa se pone fea, “Ay, es que qué mala suerte tengo”. ¡No manches! ¿Así o más bipolar la actitud?
La cruda realidad es que no tenemos el control del 90% de las cosas que nos pasan. Claro, tu esfuerzo cuenta, pero también hay un chorro de circunstancias que se alinean – o no – y que nos dan ese empujón o nos jalan el tapete. A eso algunos le llaman suerte, otros destino, o como quieras pintarlo.
Entonces, ¿qué pedo con andar juzgando a los demás? Si vemos a alguien que le va de poca madre, en lugar de envidiar o chismear, ¿por qué no mejor le tiramos buena vibra y reconocemos que también tuvo su buena dosis de suerte y esfuerzo? Y si a alguien le está cargando el payaso, no seamos gachos pensando que se lo merece por sus malas decisiones. A todos nos toca bailar con la más fea de vez en cuando.
Aquí va la onda: tenemos que aprender a vivir con gratitud. Y no, no estoy hablando de arrodillarte y dar las gracias al cielo. Me refiero a reconocer que hemos tenido un golpe de suerte en lo que hemos logrado. Es tener la humildad de decir “Estoy donde estoy porque también me ha sonreído la fortuna”.
Pero aguanta, que esto no es para que te sientas menos por tus logros. Al contrario, échate porras por lo que has trabajado, pero sin olvidar que el universo conspira de maneras misteriosas y a veces a nuestro favor.
Aceptemos que las cagadas de la vida son parte del juego. Este mundo está lleno de riesgos e incertidumbres, y eso no va a cambiar. Lo que sí podemos hacer es ponernos las pilas para enfrentar lo que venga con una buena dosis de resiliencia.
Al final del día, ni todo es tan malo, ni todo es tan bueno. Todo pasa, incluso nosotros en este viaje loco que es la vida. Así que mientras estés en este trompo, mejor disfruta el ride, porque ni tú sabes cuándo vas a tener que bajarte.