El otro día me puse al día con un capítulo de This Is Us que había dejado pendiente, “After The Fire”. Y, no manches, cómo me hizo pensar. En ese episodio, Randall hace un ejercicio con su terapeuta donde explora diferentes caminos que su vida podría haber tomado, y eso me llevó a una buena charla con mi esposa sobre una teoría que tengo: cómo nos gusta jugar al “qué hubiera pasado si”.
Vamos por partes. Primero, nos imaginamos en una versión alternativa de nuestras vidas que parece mucho más feliz que nuestro presente. Esta fantasía puede gritarnos que estamos insatisfechos con las decisiones que hemos tomado o las circunstancias que hemos enfrentado. Por ejemplo, me la pasaba pensando, ¿cómo habría sido mi vida si mi hermano no se hubiera enfermado cuando éramos niños? Me imaginaba una familia más unida, una situación económica más estable. Pero, ¿qué crees? Este tipo de pensamiento muchas veces es solo una excusa para no enfrentar y resolver los problemas actuales de nuestra vida.
Por otro lado, a veces nos inventamos un pasado alternativo más sombrío para sentirnos mejor con nuestra vida actual. Este rollo puede ser reconfortante, pero también puede ser una trampa que nos impide buscar una mejora continua, justificando nuestras elecciones y circunstancias sin darnos una sacudida de conciencia.
Ambos escenarios son, en esencia, puros cuentos—fantasías que ni tienen patas ni cabeza. La nostalgia por lo que nunca fue actúa como una droga, desviando nuestra capacidad de tomar decisiones firmes y responsables en el presente.
Para no dejarnos llevar por estas fantasías, te propongo un enfoque introspectivo. Cuando te encuentres soñando despierto con un pasado alternativo, pregúntate: ¿Qué dice esto sobre mi estado actual? ¿Qué partes de esa fantasía puedo trabajar para incorporar en mi vida real? Esta reflexión puede empujarnos a acciones concretas en lugar de dejarnos atrapados en un ciclo de “qué hubiera pasado si”.
Visualizar un futuro deseado no es lo mismo que fantasear con un pasado imposible. La visualización es un proceso activo que implica establecer metas claras y trazar planes concretos para alcanzarlas, reconociendo lo que está y no está en nuestras manos.
Para cerrar, entender estas fantasías y aprender a manejarlas puede ser un ejercicio poderoso. Nos ayuda a mantenernos enfocados en el presente y a tomar responsabilidad de nuestro futuro, sin dejarnos arrastrar por un mar de “qué hubiera sido”. Así que, ¡a poner los pies en la tierra y a trabajar por lo que realmente queremos!