No hay nada que me cale más que estar en una reunión con amigos y toparme con esa persona que se cree la última Coca-Cola del desierto porque tiene un par de pesos más o porque se las sabe de todas, todas. Estos son los que son pobres en humildad pero ricos en presunción. Aunque no quieras, estos encuentros te hacen reflexionar sobre tu propio comportamiento y lo que valoras de las interacciones con los demás.
En la vida, a veces somos los “ricos” en la mesa, no solo en dinero, sino en conocimientos, experiencias, o incluso sabiduría emocional. Otras veces, somos los “pobres”, los que menos saben, los que están aprendiendo. Saber ser ambos, saber cuándo enseñar y cuándo aprender, es una habilidad crucial. Uno de los grandes errores que cometemos es ser celosos con nuestras ideas o logros. Pensamos que guardándonos esos secretos vamos a mantener alguna ventaja, pero la verdad es que al compartir, enseñar y aconsejar, crecemos. No solo se trata de dar cuando se nos pide, sino de saber ofrecer sin sobreponernos, de compartir nuestra mesa con generosidad.
Muchas veces, en la misma conversación, podemos ser el que tiene algo valioso que ofrecer y el que necesita escuchar. Saber cuándo hacer cada cosa es esencial. Escuchar genuinamente es un arte que pocos cultivan. No solo se trata de oír lo que el otro dice, sino de comprender, de empatizar. Y cuando hablamos, cuando compartimos nuestro conocimiento o experiencia, debemos hacerlo con el deseo de enriquecer, no de alardear.
Al final del día, estar sentados en la misma mesa, ya sea literal o figurativamente, es una oportunidad para crecer, para enseñar y para aprender. La humildad no es pensar menos de ti, es pensar menos en ti y más en cómo todos podemos aportar algo valioso, sin importar el tamaño de nuestra cuenta bancaria o el número de diplomas en la pared.
Y tú, ¿sabes ser el pobre y el rico en la misma mesa? ¿Eres de los que escuchan atentamente o de los que solo hablan de sí mismos? Estas preguntas no son solo para que te cuestiones, sino para que actúes. Porque saber moverse entre estos roles, saber cuándo aprender y cuándo enseñar, es lo que realmente nos enriquece a todos.