6ª entrega de la serie: Criar sin repetir la historia.
Hay días en los que solo quieres que se duerma.
Que recoja sus juguetes.
Que deje de gritar.
Que entienda —de una vez— que no se puede comer otro dulce.
Y es normal.
Estamos cansados, agobiados, con la cabeza llena de pendientes.
Pero en medio de ese torbellino, conviene hacer una pausa y preguntarnos algo brutalmente honesto:
¿Estoy criando para resolver este momento… o para formar a alguien capaz de enfrentarse al mundo sin mí?
Porque aunque ahora veas a un niño que no quiere lavarse los dientes,
en realidad estás mirando al adulto que un día tendrá que poner límites en una relación,
que decidirá si se queda o se va de un trabajo,
que se hablará bonito o con desprecio cuando falle,
que elegirá cómo criar —o no criar— a los suyos.
Educar no es solo guiar la infancia.
Es sembrar, cada día, al adulto que tu hijo va a ser.
Un adulto que tal vez nunca te diga gracias.
Que incluso quizás, un día, te confronte.
Pero que si sembraste con conciencia, con presencia, con humanidad…
será libre.
Libre de tus heridas, de tus miedos, de tus creencias no cuestionadas.
Y eso, aunque duela, será el mayor regalo.
He leído muchas veces esa frase de Ruth Bebermeyer que me retumba:
“Si lo que hago por ti lo hago esperando algo a cambio… entonces no es amor, es un negocio.”
Y pienso que criar desde el presente es fácil: corriges lo que molesta, reprimes lo que incomoda, corriges para que obedezca.
Pero criar desde el futuro, criar sabiendo que tu hijo no te pertenece, que no es una extensión de ti, que no vino a complacerte…
Eso es otra cosa.
Eso es profundo.
Y también, doloroso.
Porque cuando educas con visión a futuro, te toca dejar de controlar para poder acompañar.
Te toca incomodarte.
Te toca confrontar lo que tú mismo aprendiste mal.
Te toca decir: “No quiero que viva lo mismo que yo, pero tampoco quiero sobreprotegerlo.”
Te toca criar con el corazón en la mano… y los pies en la tierra.
Daniel J. Siegel, en El cerebro del niño, lo resume con precisión:
“Los padres más eficaces no son los que controlan, sino los que ayudan al niño a integrar sus experiencias para construir una narrativa coherente de sí mismo.”
Y esa narrativa no se construye solo con “portarse bien”.
Se construye con validación emocional, con preguntas, con espacios para fallar sin ser castigado por ello.
Por eso hoy, si estás criando, te invito a imaginar esto:
Piensa que tu hijo tiene 35 años.
Y está en terapia.
Y el terapeuta le pregunta: “¿Qué aprendiste en casa?”
¿Qué te gustaría que respondiera?
- “Aprendí a tener miedo a equivocarme.”
- “Aprendí que tenía que complacer para ser amado.”
- “Aprendí que siempre había alguien que me sostenía.”
- “Aprendí que tenía voz, que podía sentir, que era suficiente.”
- “Aprendí que podía ser yo, sin temor.”
¿Te das cuenta del poder que tienes?
Tu hijo no te necesita perfecto.
Te necesita presente, consciente y en proceso.
No te necesita con todas las respuestas.
Te necesita capaz de hacer las preguntas correctas.
Porque no estás criando solo a un niño que duerma a las 9.
Estás formando a alguien que el día de mañana —con suerte—
sabrá poner pausa cuando la vida lo abrume, sabrá pedir ayuda, sabrá perdonarse… sabrá empezar de nuevo.
Y eso, vale más que cualquier obediencia momentánea.
¿Y tú? ¿Estás educando para la calma inmediata… o para la libertad de mañana?
Si esta pregunta te movió algo por dentro, te invito a profundizarlo con una herramienta especial que diseñé para cerrar esta serie.
Una dinámica sencilla, pero poderosa: escribir la carta que un día te gustaría que tu hijo —ya adulto— pudiera escribir sobre ti.
Porque la crianza consciente también necesita tiempo para imaginar, proyectar y redibujar el camino.
Esta fue la primera serie del proyecto Criar sin repetir la historia.
Una invitación a mirar hacia dentro, cuestionar lo aprendido y crear una crianza con consciencia.
Pero esto apenas comienza.
Seguiremos explorando nuevas formas de criar, de sanar, de conectar…
Porque la paternidad no se aprende, se construye todos los días.
One Comment
Cynthia Anacaren Ruiz
agosto 6, 2025 at 5:08 pmCuan identificada me siento, no me permito llegara a crear hijos para mi. Son hijos con sus propias vidas y no hay mejor forma de ser feliz , que ver hijos con una mentalidad sana y listos para afrontar y vivir plenamente , deseo que el sobrevivir no sea normal en su vida adulta. Y ese es mi mayor reto.